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Volvimos a callarnos y el Portugués estaba ensimismado.
—Necesito saber una cosa, ya que confias en mi.¿Esa historia de la música, eso del tango; tú sabías lo que estabas cantando?
—No quiero mentirte. Yo no lo sabía bien, pero lo aprendí porque aprendo todo. Porque la música es muy linda. No pensaba en lo que quería decir... ¡Pero me pegó tanto, Portugal No importa...
Sollocé largamente.
—No importa, porque lo voy a matar.
—¿Qué es eso, muchacho, matar a tu padre?
—Sí, voy a matarlo. Ya comencé. Matar no quiere decir que uno tome el revólver de Buck Jones y haga ¡bum! No es eso. Uno lo mata en el corazón. Va dejando de querer. Y un buen día la persona muere.
—Qué cabecita imaginativa que tienes.
Decía eso, pero no conseguía esconder la emoción que lo asaltaba.
—Pero ¿no me dijiste también a mí que me matabas?
—Lo dije al comienzo. Después te maté al contrario. Te hice morir naciendo en mi corazón. Eres la única persona a la que quiero, Portuga. El único amigo que tengo. No porque me regales fotos, refrescos, galletas o bolitas... Te juro que estoy diciendo la verdad.
—Pero, caramba, si todo el mundo te quiere... tu mamá, y hasta tu padre. Tu hermana Gloria, el rey... ¿Acaso te olvidaste de tu planta de naranja-lima? Ese tal Minguito y...
—Xururuca.
—Entonces...
—Ahora es diferente, Portuga. Xururuca es un simple naranjito que ni siquiera sabe dar una flor...
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